“No hay un tratamiento único que sea
apropiado para todos los individuos”
(NIDA, 1999)
1. Introducción: La heterogeneidad de la población con adicciones
En la última década, el abordaje de las adicciones, tanto en el ámbito
preventivo como en el del tratamiento, ha ganado en complejidad. Uno
de los factores que ha influido de manera relevante en este incremento
es, sin duda, el cambio que se ha operado en la población susceptible de
actuación: donde antes aparecía un perfil mayoritario bastante definido,
un varón consumidor de heroína, con ciertos problemas asociados, hoy
se presenta un colectivo muy heterogéneo, debido a diversas variables,
que han obligado al profesional de este campo a una actualización
constante y a estar preparado para hacer frente a la diversidad. Algunas
de estas variables que hacen difusa una conceptualización concreta son
las siguientes:
Sexo: Donde anteriormente había un volumen muy alto de varones,
se va abriendo paso tanto en el consumo como en la demanda de
tratamiento el grupo anteriormente minoritario, las mujeres; otro
elemento a considerar es la opción sexual, que aparece asociada a
ciertos consumos muy concretos en algunas ocasiones, como por
ejemplo, los poppers.
Edad: En los últimos años, se ha prestado una mayor atención a los
menores con problemas de adicción, que requieren de actuaciones
específicas. Cabría pensar si estamos previendo lo que vendrá, y si
estamos preparados para otro colectivo como el de los mayores,
porque muchos de los consumidores de hace 20 o 30 años comienzan
a entrar en la senectud, y requerirán un planteamiento ajustado.
Etnia y país de origen: personas de etnia gitana, e inmigrantes
latinoamericanos, eslavos, asiáticos, norteafricanos, o africanos, tienen
sus peculiaridades respecto al consumo de sustancias y deberían
tenerse en cuenta dentro de una propuesta de abordaje preventivo
o de tratamiento.
Profesión: Actividades laborales como la hostelería y la construcción
están, en muchos casos, asociadas al consumo y suponen dificultades
para un proceso adecuado.
Tratamientos: El estar dentro de un programa de tratamiento con
sustitutivos, o el seguimiento de tratamientos psiquiátricos tiene una
influencia clara en el pronóstico de éxito o fracaso de la propuesta
profesional.
Otros problemas de salud: La presencia de enfermedades o
discapacidades es otro de los elementos que puede alterar el desarrollo
de estrategias eficaces, puesto que muchas de las actividades que
planteamos en los programas no tienen en cuenta ciertas barreras
(sensoriales, motoras) con que se encuentran los sujetos.
Otros problemas psicológicos: El diagnóstico previo de trastornos
de la personalidad, o de rasgos de codependencia altera el trabajo a
realizar, requiriendo de una adaptación específica para cada sujeto en
estas circunstancias.
Otros problemas sociales: El paso previo por prisión, la situación
de desempleo, el fracaso escolar, el nivel socioeconómico, o el
aislamiento y la alienación son situaciones sociales que, en algunas
ocasiones, dificultan una buena evolución.
Adicción: Aunque nuestra principal tendencia es la de hablar de
adicción a sustancias, lo cierto es que en los últimos años se están
planteando otro tipo de adicciones que requieren de un abordaje muy
específico, como las que se asocian a las nuevas tecnologías, al sexo, al
juego, a las compras…
Muchas de estas variables influyen de manera decisiva en la forma
de afrontar el problema y su solución: estilos de vida, costumbres,
perspectivas ante su realidad, elementos culturales, tienen un peso
decisivo en un desarrollo adecuado del proceso que enfrentan.
No es extraño que algunos autores planteen que “el ajuste del tratamiento
a las características individuales puede deberse en ocasiones a las condiciones
legales, médicas o sociales del paciente, con el fin de atender a factores
periféricos y no centrales a la modificación del trastorno adictivo”1.
La singularidad de cada individuo, no obstante, no puede hacernos partir de
una posición de tabla rasa al iniciar con él las actuaciones que conduzcan
a ayudarle a solucionar su problema de adicción. Para ello, nos puede
ayudar el reflexionar sobre algunas características que comparte con
otros sujetos, con los que forma, de acuerdo con ciertas peculiaridades,
un grupo social. A continuación, profundizaremos brevemente en este
concepto y trataremos de definirlo.
2. ¿Qué conforma un grupo social? Según Anthony Giddens2, los grupos sociales son “conjuntos de individuos
que interactúan unos con otros de manera sistemática. Pueden ser desde
asociaciones muy pequeñas hasta otras de gran tamaño, también denominadas
sociedades. Independientemente de sus dimensiones, la característica definitoria
de un grupo es que sus miembros tienen conciencia de su identidad común.
Pasamos la mayor parte de nuestra vida en contacto con algún grupo; en
las sociedades modernas la mayoría de la gente pertenece a numerosos y
diferentes tipos de grupos.”
Esta definición no nos sirve para nuestro propósito, dado que el
concepto de grupo social con el que nosotros nos manejamos es algo
más preciso, y especialmente se diferencia en lo que tiene que ver con la
estructuración. Que haya cierta tendencia a la asociación entre algunos
de los que forman parte de los diversos grupos sociales, no constituye
una estructura real, salvo en algunas excepciones. Para facilitar el trabajo,
formularemos tres características o requisitos para nuestra acotación de
grupo social:
A) Características comunes. Una de las variables que se comentaban al principio era la característica
definitoria de cada grupo social. La aparición de otras características
comunes dentro de la población escogida será lo que ayude a definir
un perfil. Un ejemplo de esto sería el trabajo que se está realizando con
mujeres en el ámbito de las adicciones: en un alto porcentaje, aparecen
en ellas problemas de codependencia asociados. No aparecen en todas
ellas, pero sí en un porcentaje significativo. Así, dos variables se asocian de
manera interdependiente. No es descartable que podamos encontrarnos
con algún caso de varón codependiente, pero será una excepción dentro
de la regla.
B) Conciencia de grupo. Otro aspecto a tener en cuenta es el que el propio sujeto se sienta
identificado con esas características y, con ello, se sienta parte del grupo
social. Por ejemplo, las mujeres han ido tomando conciencia de su
existencia como grupo social de manera progresiva en los dos últimos
siglos, especialmente. Por poner otro ejemplo, respecto a las etnias,
“los miembros de los grupos étnicos se ven a sí mismos como culturalmente
diferentes de otros grupos sociales, y son percibidos por los demás de igual
manera”3.
C) Una población suficiente. Es indudable que, a mayor incorporación de variables en el análisis, más
probabilidades habrá de que la población a la que nos referimos se
reduzca. Por ejemplo, en el caso de las mujeres con problemas asociados
al consumo de sustancias, el añadir como característica la existencia de
cargas familiares (hijos a cargo) supone una reducción de la población de
la que hablamos, con peculiaridades a la hora de establecer estrategias de
abordaje de su problemática.
3. La transferencia de conocimiento como base Lo anteriormente planteado nos obliga a hacer un triple esfuerzo. Necesitamos
saber cuáles son los diferentes grupos sociales, qué características
suelen tener y qué estrategias han funcionado en el trabajo con
ellos, dentro del ámbito de las adicciones. Hay tres vías para recabar esta
información:
A) Poblaciones estudiadas y tratadas. Existen multitud de estudios sobre la relación con las drogas de algunas
de las poblaciones que aquí denominamos grupos sociales; en el anexo
se incluyen algunos, relacionados con tres grandes grupos sociales que
requieren de un abordaje muy específico en los ámbitos de prevención,
tratamiento e incorporación social: las mujeres, las personas inmigrantes
y las de etnia gitana. Del mismo modo, contamos con referencias de
experiencias de actuación con estos colectivos, que también aparecen
en el anexo.
Conviene precisar que no todas las estrategias que se han demostrado
útiles con un colectivo tienen por qué ser aplicables a cada caso individual;
la variedad de características del sujeto, sumado a nuestro conocimiento
del mismo, nos dará claves para diseñar un plan adecuado de actuación.
Pero conocer todas las reflexiones, estudios y experiencias posibles
nos ofrece un marco de referencia más adecuado para darle sentido
y significado a algunas cosas que nos resultan más difíciles de entender.
B) Referencias sociológicas. No sólo los trabajos que estudian las relaciones entre los grupos sociales
y las adicciones nos interesan: también cualquier investigación que nos
ayude a perfilar la idiosincrasia de ese grupo, sus tradiciones, su filosofía
de vida, su cultura, sus costumbres y hábitos, su estilo de ocio y otras
muchas variables, puede resultarnos de gran utilidad para conocer más
en profundidad al colectivo y, con ello, al individuo al que pertenece o con
el que se identifica.
Por ello, la revisión de estudios sobre todos estos colectivos pueden
ser un punto de partida para un trabajo más cercano a la labor que
desempeñamos: no todo está escrito, y también las personas que
trabajamos en este ámbito tenemos la capacidad de generar conocimiento.
C) La experiencia cotidiana. El tercer pilar de ese proceso de adquisición de conocimiento, sobre
cómo es cada grupo social y cuáles son las estrategias más apropiadas
para ayudarlos a resolver sus problemas con el consumo de sustancias,
es la propia experiencia. El profesional que trabaja en este ámbito va
acumulando, a medida que desarrolla su práctica, un conocimiento
progresivo de las personas con las que trabaja, y comienza a establecer
sus propias hipótesis sobre la manera más adecuada de tratar el tema
con cada perfil social que se encuentra. Hipótesis que, posteriormente,
podrá contrastar con la información adquirida a través de fuentes más
o menos reconocidas, como las que se mencionan en los anteriores
apartados, dotando de realidad a los datos y a las propuestas de los
diferentes autores.
Por ello, se hace necesario fomentar entre los profesionales, como sujetos
individuales y como parte de equipos multiprofesionales, la costumbre de
reflexionar sobre la práctica, identificar elementos comunes a los sujetos
con los que desarrolla su labor, compartir estas reflexiones con otros
profesionales y llegar a acuerdos sobre modelos de atención ajustados
a cada perfil. Huelga decir que, en ocasiones, va a encontrarse con
dificultades para un adecuado desarrollo de estos procesos: las rivalidades
entre profesionales y disciplinas, las tensiones debidas a las diferencias
de criterio y las dificultades para llegar a consensos sobre el trabajo a
realizar son impedimentos cotidianos en la práctica profesional dentro
del campo de las adicciones. Pero ha de tomarse conciencia, también, de
la relevancia que tienen los procesos de reflexión y formación interna en
el seno de los equipos, y de la necesidad de superar ciertas tendencias a
la centralidad y la jerarquía disciplinar, en aras de una mejor coordinación,
conjunción y desarrollo de la tarea multiprofesional.
4. El establecimiento de perfiles sociales como referencia para el
trabajo cotidiano El contenido del taller, dada su naturaleza práctica, habrá de versar sobre
el establecimiento de ciertos parámetros que ayuden a orientar el tipo
de actuación que cada perfil social requiere.
La construcción común del conocimiento será la base para el diseño
de protocolos de actuación, basados, en este caso, en la reflexión y el
intercambio de experiencias entre los participantes del taller.
Para ello, habremos de formularnos una serie de preguntas que deberían
conducirnos hacia la elaboración de perfiles concretos que puedan
ayudarnos a una mejor labor con estas poblaciones tan diversas cuyo
único aspecto común es el haber tenido problemas asociados a la
adicción. Estas preguntas serán:
A) ¿Qué necesitamos saber de cada sujeto?
B) ¿Qué sabemos de ese grupo social (características)?
C) ¿Qué estrategias se han aplicado con éxito? Las conclusiones del taller, así, dependerán exclusivamente de las
aportaciones de los participantes, en base a su experiencia, a su
conocimiento vivencial de cada grupo social, y a lo que su creatividad
les conduzca a proponer para desarrollar una mejor labor en su campo
profesional. Conocer para actuar, en el fondo.
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