En una sociedad donde la inmediatez y la velocidad son valores esenciales, la evolución de los diferentes procesos sociales y personales, son cada vez más rápidos. Por ello, las problemáticas a que deben enfrentarse los individuos cambian con rapidez, tienen entidad o dejan de tenerla a una velocidad que, a veces, las personas no han aprendido a afrontarlas y éstas ya están superadas por otras.
El consumismo, la competitividad como fin en sí misma, la especulación, la violencia de género o la general, el sentido de que lo importante es triunfar sin parar se ver el coste de este proceso para mi mismos y para los demás, las adicciones, …
En definitiva, desde el sistema educativo se forma cada vez más (más contenidos) y se educa menos. Como consecuencia de ello tenemos una fórmula para crear ciudadanos, que a fuerza de ser inteligentes y capacitados para las labores más complejas, han dejado de ser lo esencial, ciudadanos.
Para colmo, las nuevas tecnologías y exceso de información e interacción, al alcance de todos, da la falsa sensación de que cada día somos más hábiles, más eficaces, más eficientes; Pero nada más lejos de la realidad porque los ciudadanos de hoy, de cualquier edad, son mas piezas de un sistema que les empuja ante el que tienen escasas herramientas, y su capacidad de decidir, de evaluar y de ser ellos/as mismos/as, cada día es más reducida.
Por ello, las innumerables problemáticas individuales y sociales que sufren los individuos, aunque enmascaradas de modernidad, son cada vez más numerosas, más graves y con menos posibilidades de resolverse.
La pedagogía de Freire se ha perdido en la noche de los tiempos sin apenas práctica real, además la evolución y la presión de los medios que controlan la opinión y, por ende, la educación, la han enterrado entre millones de propuestas rápidas, fáciles, desechables e intercambiables, etc. Una forma de educar liberadora, que potencia la creación del ser humano desde dentro de sí mismo y que trata de hacerle sociable pero con sentido crítico, ha sido sustituida por otra forma de “hacer ciudadanos” que consiste simplemente en aceptar lo que hay, como lo hay y mientras lo hay.
Todo está controlado, hay que ser como hay que ser y quien no lo es, se excluye, se margina,…
Además lo que hay que ser y hacer, cambia con rapidez a capricho del “poder”, según les interesa a unas cuantas estructuras, políticas, económicas, religiosas, etc., para las que el individuo no es más que la pieza de un engranaje, sustituible, desechable, si no realiza su función.
Así, se han acuñado términos como “anti sistema”, sinónimo de problemáticos, disconformes, etc., pero todos los términos con una connotación peyorativa. Pareciera que posicionarse contra una fórmula social fuera en si ya un pecado. No es casualidad que nos se les haya denominado de otra forma a estos grupos (violentos, aprovechadores, destructores,..por principios), se les ha llamado así porque es la forma de satanizar del “sistema”, nadie es peor que quien va en contra del sistema, como si el sistema fuera perfecto y por ello incuestionable.
El área educativo que propongo es aquella que hasta a los anti…, les da la posibilidad de demostrar o no que su posición es mejor. Una pedagogía que valora más el criterio propio que la alienación, la crítica constructiva que la actividad sin replanteamiento alguno. Una pedagogía respetuosa, responsable y honesta que formes individuos respetuosos, responsables y honesto, pero también críticos, eficaces, luchadores y solidarios.
Desde esa base, se puede intentar la prevención de esos fenómenos sociales que tanto daño hace a la propia sociedad y, cómo no, a las personas individualmente. Sin duda es la falta de esta base educativa la que reduce tan gravemente la eficacia de la PREVENCION de conductas VIOLENTAS en general y especialmente la VIOLENCIA DE GENERO; las conductas RACISTAS, las DROGODEPENDENCIAS Y OTRAS ADICCIONES, etc..
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